22 de abril de 2010

Al fin, un riguroso experimento paranormal

Uno de los problemas que sufren quienes desean investigar lo paranormal (me refiero a investigar de verdad, no a imbestigar) es lo difícil que resulta la experimentación. Los fenómenos son bastante huidizos, hasta el punto de que los ovnis se aparecen normalmente cuando nadie parece tener la cámara de fotos del móvil a mano (o sí la tiene, pero no sirve de mucho como prueba), los cachivaches milagrosos no funcionan como prometen sus vendedores (o, directamente, no funcionan), y los adivinos... bueno, no adivinan. Bueno, sí que "adivinan", claro, igual que otros "contactan" con espíritus del Más Allá, "curan" mediante tratamientos ficticios o "leen" el destino en las estrellas. Pero todo ello de cara a la galería y, sobre todo, a sus clientes; a la hora de la verdad, cuando se someten a una investigación rigurosa y controlada, todos fallan estrepitosamente.

De hecho, entre los investigadores se suele hablar del efecto escéptico, que según ellos consiste en que la presencia de algún escéptico entre los observadores de un fenómeno paranormal inhibe el fenómeno, de manera que los medium no mediumnean, los sanadores no sanan, los zahoríes no zahorinean, y los videntes no ven ni tres en un burro. Claro que un estudio más cuidadoso de estos casos muestra que, en realidad, hay dos clases de efecto escéptico: el normal y el fuerte. El normal es el que acabamos de describir: llega Uri Geller al programa de Johnny Carson, se encuentra con que éste es tan escéptico que ha traído sus propias cucharillas sin dejar que Geller las manipule con antelación, y pasa lo que pasa. Y el fuerte es el que sucede cuando el individuo (en este caso, individua) dotado de supuestos poderes no sabe que hay un escéptico observándole... y claro, también pasa lo que pasa.

Para los creyentes, en fin, el efecto escéptico es un fenómeno tan misterioso y paranormal como cualquier otro. Para los escépticos, en cambio (y para cualquiera que dedique un par de neuronas a reflexionar sobre ello) la explicación es bastante más prosaica; y si no que se lo pregunten al millón de dólares de James Randi. Pero, sea como sea, todo el mundo está de acuerdo en que es un obstáculo insalvable para la investigación de lo paranormal, como podemos ver en ejemplos como este o este. O mediante este divertidísimo test que proponen en el blog de la doctora Aust.

De modo que, como decíamos, hasta ahora lo paranormal no puede disfrutar de los beneficios del potente método científico, que ha proporcionado a la Humanidad toda descubrimientos tan asombrosos como que cuanto más come uno menos hambre tiene, que después de todo el ajo puede que no nos proteja contra los vampiros, o que probablemente lo que sufría el pobre Gollum era un trastorno esquizoide de la personalidad. Y aunque la ciencia es la primera en reconocer sus propias limitaciones y que en algunos casos es necesario investigar más, no cabe duda de que sus resultados son mucho mejores que los que nos brindan la ufología, la parapsicología o la astrología.

Pero eso era hasta ahora, porque una interesante propuesta puede llevarnos, por primera vez, a la constatación experimental de una afirmación paranormal.

Les pongo en antecedentes. Como sin duda saben, según nos cuenta Rinzewind un clérigo iraní asegura que los últimos terremotos y catástrofes naturales se deben a la indecente forma de vestir de las mujeres. Por lo visto, Alá ha pillado un cabreo de tres pares de narices al ver que las mujeres, en lugar de enfundarse en un burka, prefieren las camisetas sin tirantes, los pantalones ajustados y las minifaldas, así que ha decidido castigarnos.

¿Han dejado ya de reírse? Vale, pues sigo. A primera vista semejante estupidez parece tan poco susceptible de comprobación experimental como tantas otras majaderías religiosas o, ya puestos, hasta seglares. Pero Jen McCreight no está de acuerdo, así que ha ideado someterla a prueba.


Su propuesta es muy sencilla: que el próximo 26 de abril las mujeres se vistan con su ropa más sexy o, por usar la terminología del Imán Sedighi, menos recatada, y observar el resultado.


El experimento, al menos desde mi punto de vista no ofrece más que ventajas. Y no solo por lo que alguno de ustedes está pensando, picarón, sino también porque permite poner a prueba dos hipótesis: si se produce alguna catástrofe natural sabremos que, efectivamente, Alá es tan mojigato como dice el Imán. Y si no se produce comprobaremos que el Imán es un completo imbécil, cuestión esta que, la verdad, creo que necesita muy poca demostración, pero todo sea por la ciencia.

Y aunque, por supuesto, nadie desea que se produzca un gran terremoto, teniendo en cuenta que últimamente Alá (o el amigo imaginario que ustedes prefieran) parece preferir las erupciones de volcanes de nombre impronunciable en lugares remotos, creo que como mucho nos arriesgaremos a que algún otro se ponga también a echar humo. Y aunque es cierto que la erupción del Eyjafjallajökull (sí, he copiado y pegado el nombre) está causando bastantes trastornos, creo que las ventajas del método empleado las compensa con creces. Además, qué narices, siempre se puede encontrar la manera de combinar el uso de lencería con la protección contra las nubes de humo y ceniza.


De hecho, no es el único experimento de este tipo que se puede hacer. Otro conocido majadero, Rush Limbaugh, ha dicho que la erupción del... bueno, del volcán islandés, se debe a la aprobación de la reforma sanitaria de Barak Obama. Sí, como se lo cuento y como lo pueden ver y oir ustedes mismos. De modo que también podemos proponer a nuestros políticos que aprueben medidas económicas o sociales de calado, y ver qué pasa. Seguro que Limbaugh no se ofende, ya que al fin y al cabo también ha protagonizado (involuntariamente) algún otro experimento interesantísimo.


En fin, como pueden ver se abre ante nosotros una nueva vía para incrementar nuestro conocimiento que no debemos en absoluto menospreciar. Ha habido algún caso anterior, es cierto, pero sin un adecuado diseño metodológico, de modo que no podemos saber si lo que nos contaba en su día Luis Alfonso Gámez sobre Pat Roberson, el telepredicador que aseguró en su día que el terremoto de Haití se debió a un pacto de los haitianos con el Diablo, se puede o no considerar confirmado por el hecho de que por lo visto sí que se ha producido recientemente una masiva venta de almas a Belcebú.

Así que aprovechemos ahora esta oportunidad y que el día 26 todas las mujeres se vistan con su ropa más picante. Y disfrutemos todos (especialmente algunos, digan lo que digan Evo Morales y sus pollos hormonados) del espectáculo de la ciencia.


Nota bene: normalmente suelo ser bastante cuidadoso con los enlaces, pero en este caso les recomiendo especialmente que los visiten todos. Merecen la pena.

Actualización a 26 de abril: La noticia en el Daily Mail y en la CNN.

1 comentario:

  1. podría ser que ocurriera algo, un terremoto en Granada o una erupción en los Apalaches (ignoro si es zona volcánica) entonces le daríamos la razón al clérigo islámico? Creo que el experimento está mal planteado, pero no deja de gustarme.

    p.s. como poco pollo.

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